Thursday, March 6, 2008

LA MEMORIA DE LOS PUEBLOS

LA MEMORIA DE LOS PUEBLOS

Ya estaba demasiado lejos para Dante –a más de media vida– el cándido inicio en la música folklórica a los 15 años como intérprete de la quena, flauta andina de bambú que para los estudiantes de bachillerato del Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Sur, era menester aprender a tocar, aún antes de aprender a fumar o tomar cerveza. La quena era para su generación la chimenea del idealismo; por allí se difuminaban las notas que adornaban letras contestatarias heredadas de la canción de protesta y del repertorio de música latinoamericana diversa.

En aquel tiempo era parte del eslabón perdido de los adolescentes mexicanos que se divorciaron del rock por considerarlo “ritmo enajenador de los pueblos y música proveniente del imperialismo yanqui” –más bien por desconocimiento absoluto del inglés y los contenidos bizarros y politizados de sus letras– y que hallaron un refugio en el canto sudamericano de sirenas que volvió suyos los conflictos políticos de los países del Cono Sur. Así, durante la década que abarcó de 1975 a 1985, la generación de Dante se había privado voluntariamente de lo mejor de Pink Floyd (The Dark Side of the Moon, I Wish You Were Here, The Wall), Led Zeppelin (The Song Remains the Same), Rolling Stones (Satisfaction, Street Fighting Men, Sympathy for the Devil, You can’t Always Get what you Want), Emerson, Like & Palmer (Tarkus, Pictures at Exhibition), Premiata Forniera Marconi, The Police, Sex Pistols, Stray Cats, Joe Cocker, Bruce Springsteen y tantas otras “voces extranjerizantes”. Fue una lástima, porque de haber traducido las letras, hubieran hallado sorprendentes convergencias en forma de poesía rebelde.

Educados por desencantados sociales, por exestudiantes del 68 y por profesores exiliados de las dictaduras sudamericanas, Dante y su generación sesgaron sus aptitudes intelectuales hacia la discusión y análisis de la problemática social latinoamericana –valga el determinismo– absorbiendo de rebote todo el adoctrinamiento político que encauzaba optimista su objetivo redentor hacia un orden social igualitario. Todo perfectamente determinista y prefigurado, hasta que una a una, las consignas en las canciones de protesta vueltas banderas fueron arriadas o perdieron su vigencia histórica ante el nuevo desencanto de una generación politizada y polémica, pero más elitizada y menos gregaria que las inolvidables y espontáneas masas estudiantiles del 68.

En tales cavilaciones doctrinarias un balonazo anónimo en plena cara trajo a Dante a la realidad universitaria:

–¡Pásamela, güey, no mames, que orita les empatamos a estos culeros de Ingeniería!– le gritó el sudoroso pasante de Economía. Ése fue el Waterloo ideológico de Dante, su naufragio generacional frente a las “islas” de la UNAM.

Ya en su casa, al oscurecer, “me llamó el enterrador: nunca más he vuelto a oler, a la que me dio, el cortón”...canturreó con sorna, parafraseando los versos de José Martí de La niña de Guatemala que conocía desde adolescente por la canción de Óscar Chávez, mientras se preparaba panes con cajeta y un café con leche. En la intimidad del despecho, odiaba a Beatriz “por culera”, se decía, coincidiendo con el pasante de futbolista de “las islas” universitarias.

Una idea canalla le inundó la iniciativa y trajo de la azotehuela la maciza cazuela con que la robusta tía Lupe le preparaba “su pollito con mole” al sobrino y ahijado consentido, desde su primera comunión. Empapó su suéter favorito con alcohol industrial –el ron merecía mejor suerte, se excusó– y lo arrojó al interior de la cazuela. Encendió un cerillo y con él la prenda húmeda, que ardió en seguida. Estaba obsesionado kafkianamente en arrojar sus repensados escritos a la hoguera con la heroica esperanza de no verlos publicados, pero el amor a sus letras y su propio ego herido por Beatriz OjosClarosySerenos y los consejos editoriales de algunas revistuchas estudiantiles que habían ignorado sus envíos, le dolían más que su desengaño de la tallerista.



No comments: