Thursday, March 6, 2008

MEMORIA HISTÓRICA, MEMORIA HISTÉRICA

MEMORIA HISTÓRICA, MEMORIA HISTÉRICA

Dante ya había recorrido mucho trecho en esas andanzas, casi hasta repetirse y momificarse en la solidaridad, y había dejado desde hacía bastante tiempo atrás su empecinado seguimiento documental del rock mexicano, tras atiborrar su pequeña recámara de gavetas, libreros, cajas de cartón y disqueros con los materiales más necesarios para escribir la historia neta del movimiento contracultural por excelencia, hasta que fue comercializado por las grandes corporaciones trasnacionales, en México.

Ante la evidente imposibilidad y la voluntad de culminarlo, amén de la edad que nada perdona –despegaba de los 33 años con mayor rapidez de lo que se daba cuenta– sólo tenía en su casa paterna una desordenada morgue de flyers, posters y camisetas de tocadas de rock que como hojas de otoño, fueron resecándole el entusiasmo y tamizando con su propia resequedad los apuntes de la inacabada tesis de literatura novohispana.

La tesis fue otra obra que se propuso algún día animarse a culminar, después de haber hecho 1,959 fichas bibliográficas en El Colegio Superior de México sobre el control inquisitorial del teatro novohispano en el siglo XVIII, y de pasarse más de cinco años en la Galería 4 del Archivo General de la Nación, escamotéandole tiempo a una beca de El Colegio para documentar su propia investigación, a la par de la rockera.

Proseguía neciamente como integrante de un grupo musical versátil, pero el oficio, aparte de mitigarle los apremios económicos en la que debería ser una plena edad productiva, le permitía seguir en el desmadre irresponsable y bebiendo gratis los fines de semana, mientras divertía a quinceañeras y chambelanes de la periferia al ritmo de cumbias, salsa, corridos norteñitos y covers de rock sesentero estilo Teen Tops y Los Hooligans:

Sobre un arcoiris

F G C

tesoros tú hallarás

Em

al final de una historia

F G

memorias tú tendrás.

La edad le cobraba la factura en abonos; había perdido dos muelas y la tercera a medio atender mostraba en su cariado que correría el mismo destino que las anteriores. Su cara tenía un color cobrizo y marcadas arrugas faciales por las desveladas y por soplar desmesuradamente dos veces a la semana desde hacía 8 años, la vieja flauta transversal Wurlitzer para adornar los bossanovas y salsas del repertorio de Los Sibaritas,

GRUPO VERSÁTIL PARA TODO TIPO DE FIESTAS Y EVENTOS SOCIALES CON TRANSPORTACIÓN PROPIA

Y SERVICIO DE LUZ Y SONIDO OPCIONAL

como se anunciaban gratuitamente en los clasificados de una revista. Los surcos arriba de la boca le transformaban en mueca amarga cualquier atisbo de sonrisa. Ya habían pasado los buenos tiempos en que los semiebrios sibaritas levantaban de las fiestas a jóvenes, también semiebrias por supuesto, después de cada tocada, envalentonados por el alcohol y el ambientazo a que su oficio obligaba.


No comments: